miércoles, 24 de septiembre de 2014

resumen

Los nuevos reinos 

Las invasiones bárbaras del siglo III, demostraron la permeabilidad del limes romano de los ríos Rin y Danubio. Los germanos que los cruzaron se asentaron únicamente en el imperio occidental, ya que el oriental aún era fuerte. 

Los visigodos fueron los primeros en institucionalizarse y formar reinos (Tolosa y Toledo). Tras esto, desde el Imperio se les encargó la pacificación de la Galia e Hispania, en manos de suevos, vándalos y alanos. 

De estos tres, los suevos lograron instalar el reino de Braga, mientras que los vándalos se asentaron en el norte de África, siendo desplazados tiempo después por los Bizantinos (Justiniano I y los generales Belisario y Narsés, entre el 533 a 554). 

Los ostrogodos desplazaron a los hérulos de la península itálica, quienes habían depuesto al último emperador: Rómulo Augústulo. El reino Ostrogodo sin embargo, cayó también bajo la presión bizantina. 

El segundo grupo de invasores (siglo IV), encabezado por los francos, irrumpió en las Galias, desplazando a los visigodos, de su capital Tolosa (Tolouse) a Toledo. También absorbieron a burgundios y alamanes tras derrotarlos. 
En el siglo VIII los mismos francos derrotan a los lombardos del norte de Italia, y prepararán el camino para la llegada del imperio de Carlomagno. 

En Gran Bretaña, los anglos, los sajones y los jutos lucharán entre sí formando reinos rivales hasta ser unificados por los daneses, en lo que formaría más adelante el reino de Inglaterra. 

Las instituciones 

La monarquía germánica era una institución temporal, estrechamente vinculada al prestigio personal del rey, quien no dejaba de ser, el primero entre pares, elegido para una misión o expedición militar completa. 
El contacto con las instituciones romanas, fomentó que esta figura comenzara a ocupar un lugar más centralizado y permanente. 

Los linajes nobiliarios germanos, enriquecidos por la posesión de tierras, comenzaron a relacionarse con la antigua nobleza romana, en un proceso que puede llamarse feudalización. 
La figura del rey fue fortalecida por la Iglesia, que sacralizó la coronación, entregó al rey funciones religiosas y taumatúrgicas. 
Un caso interesante es el de Carlos Martel, un mayordomo que obtuvo el poder suficiente tras la batalla de Poitiers para formar su propia dinastía: la carolingia. 

La convivencia entre las mayorías germanas y minorías romanas fue solucionada por los pueblos más duraderos, los visigodos y los francos, en forma de matrimonios mixtos, una nueva legislación y conversiones al catolicismo. 

Algunas características de las instituciones germanas se conservaron: como el predominio del derecho consuetudinario frente al derecho romano (escrito), no obstante hubo intentos de algunas codificaciones legislativas. 

La cristiandad latina y los bárbaros 

La expansión del cristianismo entre los bárbaros, el asentamiento del episcopado en las ciudades y el monacato en ámbitos rurales constituyeron una poderosa fuerza fusionadora de culturas y ayudó a asegurar que rasgos de la civilización clásica pervivieran e incluso se expandieran por la mitad occidental del imperio. 

Los francos se convirtieron al catolicismo con el reinado de Clodoveo I (496 o 499). Los suevos se hicieron cristianos arrianos con Remismundo, y se convirtieron definitivamente en el catolicismo con Teodomiro (599 a 570). 
Los ostrogodos y lombardos, de la península itálica no llegaron a experimentar la trancisión y permanecieron predominantemente arrianos. 

El cristianismo fue llevado a Irlanda por San Patricio a principios del siglo V y allí se extendió por escocia, habitada por los paganos pictos y escotos. 
Los britones cruzaron por mar a la costa de Galicia y Asturias y fundaron la diócesis de Britonia. 
El cristianismo en Irlanda evolucionó de una manera distinta al cristianismo continental, tomando el nombre de “cristianismo irlandés”. Los irlandeses fundaron monasterios en Francia, en Suiza e incluso en Italia. 

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